viernes, 18 de noviembre de 2011

Biografía de Jurgen Habermas:


Biografía de Jurgen Habermas:
Jurgen Habermas nació en Dusseldorf, Alemania, en 1929. Estudió en Gottinga y en Bonn, doctorándose con una tesis sobre Schelling y fue ayudante de Adorno desde 1956 a 1959 en el Instituto de Investigación Social de Francfort. Fue un filósofo alemán de orientación marxista, perteneció a la llamada “Escuela de Frankfurt”.
Entre 1961 y 1964 ejerció como Profesor en Heidelberg, luego fue profesor titular de Sociología y de Filosofía en Francfort desde 1964 a 1971, y dirigió a partir de este último año el Instituto Max Planck de Starnberg. En 1983 regresa a Francfort. Realiza importantes trabajos empíricos sobre comunicación de masas y socialización política: considera al pragmatismo americano como una interesante propuesta para compensar las debilidades de la teoría marxista de la sociedad. Recientemente ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2003.
En 1976 desarrolla la teoría de la acción comunicativa con la intención de lograr una reconstrucción del materialismo histórico. Critica fuertemente al marxismo por descuidar el aspecto superestructural y hacer fuerte hincapié en lo económico- material. En 1981 su interés se centra en la filosofía práctica: moral, ética, derecho y justicia. La noción clave es la idea de “comunidad ideal de comunicación”.
Tomada en su conjunto, la obra de Jürgen Habermas resulta de difícil acceso. La variedad de los intereses y el rigor de sus planeamientos teóricos, junto con la continua referencia y aprovechamiento de investigaciones de áreas diversas, lo revelan como un pensador polémico. Su temática es tanto sociológica y filosófica como científica y política. Influido por Heidegger, Hegel y Lukács, se pone en contacto con los “temas de izquierda”. Lee a Marx, Benjamin, Marcuse, Horckheimer y Adorno. Espantado por el nazismo - quizá la expresión más dolorosa del proyecto moderno- se esfuerza desesperadamente por encontrar en el ámbito intersubjetivo de la comunicación la clave que permita reanudar ese proyecto, reinterpretarlo y realizarlo.
Por sus estudios en sociología entra en contacto con trabajos empíricos de comunicación de masas y sociología política, y con la obra de Durkheim, Weber y Parsons. En esa época escribe “Historia y crítica de la opinión pública” y “Teoría y praxis”, en un intento de proseguir el marxismo hegeliano y weberiano de los años 20. De forma simultánea se dedica a la filosofía del lenguaje y a la teoría analítica de la ciencia. Considera al pragmatismo americano como una interesante propuesta para compensar las debilidades de la teoría marxista de la sociedad. Todo ello lo conducirá a la idea de una pragmática universal desarrollada ampliamente en su Teoría de la acción comunicativa.
En “Ciencia y técnica como Ideología” y en “Conocimiento de interés”, del mismo año, distingue la acción racional con orientación utilitaria de la acción comunicativa. Esta distinción apunta al desarrollo de una teoría de la comunicación.  Deja en claro además que es tarea de una crítica de la ciencia que escape a los engaños del positivismo admitir el carácter “interesado” de aquella: no hay conocimiento neutral. Más aún, hay diversos intereses científicos: uno es el técnico de las ciencias empíricas; otro, el práctico, orientador de la acción por su comprensión de sentidos; y el tercero, el emancipador de la teoría crítica de la sociedad.
En 1976 recurre a la teoría de la comunicación para lograr una “reconstrucción” del materialismo histórico. Reconstrucción, esto es, descomposición y reconstrucción en forma nueva de una teoría con el fin de ver y alcanzar mejor su meta. Aceptada la diferencia entre trabajo e interacción simbólicamente mediada, la crítica del marxismo se deduce fácilmente: tiene que ver con su énfasis en lo económico y su descuido de lo superestructural.
Critica las contradicciones y tendencias de la crisis del capitalismo tardío- burocrático, las cuales derivan de la falta de consenso racional con respecto al principio de organización de la sociedad vigente. Es decir, apunta a la consideración de lo particular en detrimento de lo argumentativamente generalizable. Sin embargo, es una censura moral con la cual un Habermas no puede contentarse. Hay que tener en cuenta sobre todo las tendencias concretas a la crisis del capitalismo, las cuales se ubican no sólo en el plano económico administrativo, sino también en el sociocultural de las legitimaciones y motivaciones. Por otro lado, no se puede concluir con certeza la autosupresión del principio capitalista de organización, ni tampoco predecir la necesidad de una crisis.
En 1981 publica su monumental obra “Teoría de la acción comunicativa”. Es una obra sociológica, una teoría global de la sociedad: el origen, la evolución y las patologías de la sociedad. Habermas abandona el programa de la filosofía de la conciencia o del sujeto y se ubica en el de la intersubjetividad comunicativa o del entendimiento lingüístico. Desde este punto de vista, considera entre otras cosas que el modelo de acuerdo con el cual hay que pensar la acción social no es ya el de una acción subjetiva orientada por fines egoístas de sujetos individuales, sino el de una acción orientada al entendimiento en el cual los sujetos coordinan sus planes de acción sobre la base de acuerdos motivados racionalmente, a partir de la aceptación de pretensiones. La pragmática universal intenta identificar y reconstruir las condiciones universales de todo entendimiento posible en el medio específico del habla.
Junto con el concepto de acción comunicativa, Habermas introduce una noción complementaria: el mundo de la vida, único horizonte desde el cual y sobre el cual puede producirse la reproducción simbólico-social en acciones lingüísticamente mediadas.
Sin embargo, una teoría sociológica no puede reducirse a mera teoría de la comunicación sino que se requiere además de una teoría sistémica. La sociedad queda así enfocada como mundo de la vida por un lado, como sistema por otro. Con estos elementos puede afrontar el carácter paradójico del proyecto ilustrado: la creciente racionalización del mundo de la vida corre paralela a la creciente complejidad sistémica. Esta última desborda su esfera propia y “coloniza” el mundo de la vida: de ahí la pérdida de sentido y libertad.
En “El discurso filosófico de la modernidad” y en “El pensamiento posmetafísico”, Habermas refleja el debate que se instaura en los Años 80 en los medios académicos. En el primero califica la llamada “filosofía posmoderna” de neoconservadora, y aboga por una nueva apropiación crítica del proyecto moderno teniendo en cuenta problemas que la modernidad no resolvió. Concluye que lo agotado no es hoy la racionalidad moderna, sino el paradigma del sujeto o de la conciencia, y que el “espíritu moderno” sigue aún vigente en el vivir la historia como proceso marcado por la crisis, en la actualidad como relámpago que alumbra difíciles encrucijadas y en el futuro como apremio de lo no resuelto. Mientras que en el segundo texto nombrado señala la necesidad de tomar en serio el prefijo “pos” y de tener en cuenta los motivos del pensamiento actual.
Desde 1981 en adelante su interés se centra en la filosofía práctica: moral, ética, derecho y justicia. En “Conciencia moral y acción comunicativa” y en “Moralidad y ética”, de 1986, intenta fundamentar una ética en un universalismo normativo y afrontar así el escepticismo de nuestro tiempo. La noción clave es la idea regulativa de “comunidad ideal de comunicación”, libre de coerciones de intereses particulares. En ese concepto está supuesto que la moral individual es una abstracción, pues siempre está involucrada en la eticidad concreta de un concreto mundo de la vida. Se entiende así que también la ética sea para Habermas una ciencia reconstructiva que no deja a un lado elementos histórico-culturales.
Digamos en primer término, que el universalismo relativiza la propia forma de existencia y la tradición propia, y da lugar a otras formas de vida a los extraños; ésta es la universalidad abstracta que, como la demanda de libertad Ilustrada, desemboca en terror. Pero hay otro tipo de universalidad: una comunidad en la que los participantes comparten un sentido de la vida, lo que da lugar a la moral y la política en toda su concreción. Sin embargo, en este punto se corre un riesgo, ya que las democracias deben reconocer las comunidades sin permitir la caída en nacionalismos totalitarios-homogeneizantes.
Habermas confía en la estrategia de la “ética del discurso”: el discurso representa una forma de comunicación en la medida en que su fin es lograr el entendimiento entre los hombres, por lo cual apunta aún más allá de las formas de vidas singulares, es decir que se extiende a la ya mencionada “comunidad ideal de comunicación”, que incluye a todos los sujetos capaces de lenguaje y acción. Se garantiza así una formación de la voluntad común que da satisfacción a los intereses de cada individuo sin que se rompa el lazo social sustancial a cada uno con todos.
Comprometido con el objetivo de asegurar la validez y no sólo la vigencia de las normas éticas, del derecho y a la constitución fáctica de los estados democráticos, esta necesidad de “moralizar” la política no supone confundir esferas diferentes: la pretensión de legitimación del derecho positivo no puede agotarse en la validez moral. Una norma jurídica es tal en la medida en que se agrega un componente empírico, el de su imposición a todas las personas por igual. Queda justificado así el poder político y sus instituciones, claro que generando nuevos conflictos derivados del contraste entre una idealidad deseada y una pragmática factibles.

LA TEORÍA CRÌTICA DE JURGEN HABERMAS SOBRE TEORÍA Y PRÁCTICA
El primer periodo de trabajo de Habermas es el de conocimiento e interés publicado, en el cual propone tres formas de interés cognitivo que a su vez proporciona tres formas diferentes de acción: El interés técnico, práctico  y enunciativo.  Cada una de estas formas de interés cognitivo realizados en acciones da lugar a tres dimensiones de la existencia social humana: el trabajo, la interacción humana y el poder, respectivamente.
El interés técnico del trabajo será estudiado por las ciencias analítico- empíricas, el interés práctico de la interacción humana es conocido por las disciplinas hermenéutico históricas y el interés emancipativo del poder sería conocido por las ciencias críticamente orientadas tanto empíricas como interpretativas.
Matriz del Conocimiento e Interés
Interés cognitivo (Acción)
Saber
Medio: Dimensión de la existencia social humana
Ciencia: Disciplina que lo caracteriza
  • Técnico
Instrumental
(Explicación causal)
Trabajo
Ciencia analítico-empíricas o naturales
  • Práctico
Práctico
(entendimiento)
Interacción humana/
el lenguaje
Hermenéutica históricas
o "interpretativas"
  • Emancipativo o emancipatorio
Emancipatorio
(reflexión)
Poder
ciencias críticas, o críticamente orientadas (empíricas e interpretativas)

Segundo periodo del trabajo de Habermas que denomino la Teoría de la Acción Comunicativa: Como un modelo que permite analizar la sociedad como dos formas e racionalidad que están en juego simultáneamente: la racionalidad sustantiva del mundo de la viada y la racionalidad formal del sistema, pero donde el mundo de la viada representa una perspectiva interna como el punto de vista de los sujetos que actúan sobre la sociedad, mientras que el sistema representa la perspectiva externa, como estructura sistémica( la racionalidad técnica, burocratizada weberianam, de las instituciones.
POSITIVISMO Y FILOSOFÍA SEGÚN HABERMAS:
Jurgen Habermas está considerado uno de los grandes filósofos de este siglo por haber estudiado muy diferentes campos de la filosofía con gran detalle.
En 1965 realiza una conferencia de apertura de las clases en la universidad de la que él mismo era director. En dicha conferencia, que titula “Conocimiento e interés”, están presentes tres referentes polémicos: la teoría tradicional, el positivismo y la teoría crítica.
1.-La teoría tradicional, con orígenes en la filosofía de la Antigua Grecia, defendía que el hombre contempla de manera desinteresada el orden del cosmos y por “mimesis” reflejaba esa manera lógica y ordenada de la constitución del universo en su “ethos”, es decir en su modo de vivir. La teoría era entonces la que dirigía la vida en la práctica, formando una ética y unas normas de comportamiento.
2.-Positivismo: Como corriente filosófica surge en el siglo XIX  y establece defiende que todo conocimiento es objetivo, es decir, que tenemos conocimiento directo y exacto de la realidad. Según Habermas, son dos los puntos en los que coincide la teoría tradicional (o clásica) y el positivismo: ambas defienden la actitud teorética (tenemos conocimientos objetivos) y el supuesto ontológico (conocemos la realidad tal como es).
Ya en 1935, Husserl, filósofo alemán contemporáneo a la subida al poder del nazismo, crítica la postura positivista, ya que no contempla un punto importante de la teoría tradicional la conexión entre teoría y praxis, es decir, crítica la “neutralidad valorativa” del positivismo.
Hay que incidir en que Husserl pensaba que la enfermedad de Europa consistía en la falta de orientación de las ciencias. Él propone la Fenomenología como solución a la crisis de las ciencias de manera que los conocimientos vayan también orientados a la práctica.
Posteriormente, Habermas crítica en su obra “Conocimiento e interés” la concepción positivista y Husserliana que tenían sobre las ciencias: el positivismo se equivoca en los dos puntos que defiende junto a la teoría tradicional, ni el conocimiento está libre de interés, ni conocemos las cosas tal y como son. Dicho de otro modo, no existe una realidad estructurada con independencia del sujeto. El positivismo se olvida de las tesis kantianas de que la interpretación del sujeto es una parte fundamental para que se produzca conocimiento. Con esta premisa, Habermas añade que el conocimiento es interesado por la propia naturaleza del hombre. En la época de la Antigua Grecia, el interés permanecía oculto, condición necesaria para la emancipación del individuo. Esto suponía la negación de la actitud teorética y el supuesto ontológico anteriormente mencionado.
Habermas si está de acuerdo con Husserl en las razones de la crisis europea, pero no lo está con la solución que dio; es cierto que los valores que caracterizan a la cultura europea están crisis, y que es necesaria una teoría nueva que oriente a la praxis (las ciencias).
La crítica que Habermas hace a la Fenomenología (solución que da Husserl) consiste en la constatación de que la cosmología (la contemplación del cosmos) no queda reflejada en la Fenomenología, es decir, que esta no es cosmología, y por lo tanto no puede pretender “conectar” la teoría con la práctica. Husserl piensa que el conocimiento debe ser desinteresado, y Habermas piensa que los intereses son inevitables.
3.-Teoría Crítica: Es presentada por Habermas como la controladora de los intereses particulares, ya que son la presencia de estos lo que producen la crisis en las ciencias. Estos intereses particulares son producto de ideologías que solo buscan el bien para una parcela de la humanidad.
En conclusión, queda presente en la planteada filosofía de Habermas, la herencia de la escuela de Frankfurt, el uso de la filosofía para tratar de hacer progresar al mundo, para contemplarlo en el establecimiento de una teoría crítica, una visión diferente a la que dio el positivismo y Husserl, para dar solución a la crisis de las ciencias y, en definitiva, de la cultura europea.
TEORÍA FUNCIONALISTA:
Origen del nombre Funcionalismo: El nombre de esta escuela se deriva del hecho de que para el etnógrafo polaco Bronislaw Malinowski, seguidor de las teorías sociológicas del francés Émile Durkheim, las culturas se presentan como todos "integrados, funcionales y coherentes". Por lo tanto, cada elemento aislado de la misma solo puede analizarse considerando los demás. Este autor estudia entonces la cultura y demás hechos sociales, como por ejemplo las instituciones en las que estos están "concentrados", en función de cómo se organizan para satisfacer las necesidades de un grupo humano, es decir, todas aquellas tareas u objetivos que tienden a mantener y conservar los organismos de la sociedad y a esta como tal, incluyendo sus modelos culturales.
El Funcionalismo es una corriente teórica surgida en Inglaterra en los años 1930 en las ciencias sociales, especialmente en sociología y antropología social. Tiene un enfoque empirista que preconiza las ventajas del trabajo de campo. Hasta el siglo XIX, la mayoría de las labores se realizaban en un gabinete, mediante relatos sesgados de viajeros. El funcionalismo abrió el camino de la antropología científica, desarrollándose luego con gran éxito en Estados Unidos. Según las teorías sociológicas del francés Émile Durkheim, las culturas se presentan como todos "integrados, funcionales y coherentes". Por lo tanto, cada elemento aislado de la misma solo puede analizarse considerando los demás.
La teoría funcionalista, considera a la sociedad como una totalidad marcada por el equilibrio, y en la que los medios tienen una gran importancia dentro de la estabilidad social. Las sociedades disponen de mecanismos propios capaces de regular los conflictos y las irregularidades; así, las normas que determinan el código de conducta de los individuos variarán en función de los medios existentes y esto es lo que rige el equilibrio social. Por tanto podríamos entender la sociedad como un "organismo", un sistema articulado e interrelacionado. Una totalidad constituida por partes discretas. A la vez, cada una de estas partes tiene una función de integración y mantenimiento del propio sistema. La teoría funcionalista se basa en la teoría de sistemas. Establece que la sociedad se organiza como un sistema social que debe resolver cuatro imperativos fundamentales para subsistir:
- Adaptación al ambiente,
- Conservación del modelo y control de tensiones,
- Persecución de la finalidad,
- Integración.
De acuerdo al rol que asuman los subsistemas para resolver estos problemas fundamentales, actuarán como funcionales o disfuncionales. Por ello, algunos autores piensan que los funcionalistas tienen una visión biologicista de la sociedad, es decir, entienden la sociedad como una entidad orgánica cuya normalidad viene postulada por fenómenos que se repiten regular y sistemáticamente. La "salud" de la sociedad depende de la integración funcional de sus partes en el conjunto. El encargado de la integración es el sistema institucional, por lo que la forma de poder institucional queda así naturalizada.
Bases Filosóficas de la Teoría Funcionalista: Las bases de la Teoría Funcionalista son:
1.-El Empirismo: es una de las bases de la teoría funcionalista. Es una corriente filosófica del siglo XVIII que busca conocer la realidad a través de la observación de los fenómenos observables. La explicación de los acontecimientos se obtiene para los empiristas mediante la construcción de leyes generales y las relaciones causales entre fenómenos observables.
2.-Positivismo: Es una doctrina filosófica que influyó en la construcción del pensamiento funcionalista, escuela fundada por Comte que comprende, una teoría de la ciencia, una reforma en la sociedad y una religión, constituyendo una teoría del saber que no admite otra realidad que no sean los hechos, ni a investigar otra cosa que no sean las relaciones entre los hechos.
Su concepción de la realidad sólo se sostiene en aquello que puede ser experimentado por los sentidos, es decir, sólo el conocimiento científico puede llegar a ser un conocimiento verdadero y la mitología, la religión o la metafísica son tenidas por falsas e inútiles.
La doctrina positivista presupone que el ser humano puede alcanzar la posibilidad de enunciados tan apegados a la objetividad del mundo que carezcan de toda mediación por parte de la mirada, el sujeto o el discurso.

                                                                                      AUTORES:
Ana Berta Sánchez 
Johanna Terán
Yamilet Sarmiento 
Rosibet Terán
Yairimar Ramos
Rita  Zambrano
                                                                                    Pages Norma

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